Sunday, June 03, 2018

ALMUERZO CON ALMA / 11 DE JUNIO DE 2016

 La mesa preparada con el menú espiritual.
 
 
 Hermanos Sergio, Maritza y Patricia.


 El altar de oración.


 
Símbolos del altar:
Corazón rojo (el Corazón de Dios)
Cirio encendido (el Espíritu Santo) y
La Biblia (la Palabra de Dios).





Pastor Iván Tapia y hermanos: Sergio Figueroa,
Maritza Martin y Patricia Montoya. 





 Diaconisa Elena Montaner y hermanos.





Pastor Iván con gato Mauricio.
 
 
 
GUARDA TU CORAZÓN 
“14 Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: / 15 Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre. / 16 Si alguno tiene oídos para oír, oiga. / 17 Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola. / 18 El les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, / 19 porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos. / 20 Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. / 21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, / 22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. / 23 Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.” (San Marcos 7:14-23)
 
1.    “14 Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended:”  
Necesitamos entender muchas cosas para vivir conforme a la voluntad de Dios. El Único que puede explicarnos correctamente la Verdad es Jesucristo, en quien se encarna la Verdad misma. “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” (San Juan 6:68 
2.    “15 Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre.” 
Cristo nos enseña que la verdadera contaminación no es externa sino interna. Hoy en día que tanto nos ocupamos en dietas, alimentos verdes, salud física, gimnasio, etc. Para cuidar el cuerpo y vivir más y mejor –lo cual no es malo- descuidamos el espíritu y el alma, contaminándonos con el egoísmo y el odio.  
3.    “16 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.” 
Abramos oídos y ojos espirituales para comprender, asimilar y vivir estas verdades que Jesús quiere transmitirnos. 
4.    “17 Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola.” 
El relato de Jesús, es considerado por el evangelista San Marcos como una “parábola”, es decir una narración breve y simbólica de la que se extrae una enseñanza moral. 
5.    “18 El les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, / 19 porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos.” 
Interpreta el evangelista que con estas palabras Jesús limpia todo alimento. Para los judíos había ciertas comidas que eran inmundas, como por ejemplo comer carne de cerdo o animales sacrificados a ídolos. Al decir Jesús que lo que entra en el organismo no contamina pues no entra al corazón sino que finalmente se evacúa, no es para Él motivo de preocupación lo que se come sino lo que sucede en nuestro interior: pensamientos, sentimientos, deseos, recuerdos... 
6.    “20 Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. / 21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, / 22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. / 23 Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.”  
Trece pecados se nombran en este texto. Este número, fuera de toda superstición, en la Biblia significa rebelión, apostasía, deslealtad, corrupción, desintegración, revolución" o alguna idea relacionada con ello. 
Casi siempre pensamos que los problemas que tenemos vienen de fuera, que nos contaminan con pecado otras personas o los demonios, que el mal nos ataca y nos vence. Pocas veces nos damos cuenta que el pecado y el mal habita dentro de nosotros, en nuestro corazón. Es lo que la Biblia llama las “concupiscencias de la carne”.  
La carta de Santiago nos dice: 13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; / 14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. / 15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” (Santiago 1:13-15)  
La concupiscencia es el deseo de bienes materiales o terrenos, en especial deseo sexual exacerbado o desordenado. Es la carne que tiene hambre de pecar, el viejo hombre y la vieja mujer que nos impulsa a hacer lo que agrada al cuerpo y desagrada al espíritu. 
El apóstol Pedro escribe: “9 sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; / 10 y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío.” (2 Pedro 2:9,10 
7.    ¿Cómo guardaremos el corazón? ¿Cómo podemos vencer a la carne? ¿Cómo podremos vencernos a nosotros mismos en nuestras debilidades? 
1)     Tomando conciencia del problema que tenemos; reconociendo que el pecado habita en nuestro corazón.
2)    Entregando el corazón a Jesucristo para que Él lo limpie y lo transforme. El rey David cuando reconoció su pecado horrible, arrepentido oró así: “10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. / 11 No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. / 12 Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.” (Salmo 51:10-12)
3)    Esforzándonos y luchando con las armas que Dios nos ha dado para vencer al mal, la oración, el ayuno y el desarrollo de la virtud de templanza, ayudados por el don de temor de Dios. Si no hay temor de Dios, la carne se desborda: “120 Mi carne se ha estremecido por temor de ti, Y de tus juicios tengo miedo.” (Salmo 119:120) 
ORACIÓN.
Padre: Reconocemos que somos débiles, pecadores y que muchas veces cedemos a la tentación. No culpamos a nadie de nuestras culpas, sino que te pedimos perdón; estamos muy arrepentidos de hacerte sufrir por nuestro mal comportamiento. Te rogamos que nos limpies y nos des la templanza para vencer nuestra propia concupiscencia; ayúdanos con el don de temor para no pecar más. En el nombre de Jesús, nuestro Salvador y Señor. Amén.
 


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