La mesa preparada con el menú espiritual.
Hermanos Sergio, Maritza y Patricia.
El altar de oración.
Símbolos del altar:
Corazón rojo (el Corazón de Dios)
Cirio encendido (el Espíritu
Santo) y
La Biblia (la Palabra de Dios).
Pastor Iván Tapia y hermanos: Sergio Figueroa,
Maritza Martin y Patricia Montoya.
Diaconisa Elena Montaner y hermanos.
Pastor Iván con gato Mauricio.
GUARDA TU CORAZÓN
“14
Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: / 15
Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que
sale de él, eso es lo que contamina al hombre. / 16 Si alguno tiene oídos para
oír, oiga. / 17 Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron
sus discípulos sobre la parábola. / 18 El les dijo: ¿También vosotros estáis
así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el
hombre, no le puede contaminar, / 19 porque no entra en su corazón, sino en el
vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos.
/ 20 Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. / 21
Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los
adulterios, las fornicaciones, los homicidios, / 22 los hurtos, las avaricias,
las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia,
la insensatez. / 23 Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al
hombre.”
(San Marcos 7:14-23)
1. “14 Y llamando a sí a toda la multitud, les
dijo: Oídme todos, y entended:”
Necesitamos entender
muchas cosas para vivir conforme a la voluntad de Dios. El Único que puede
explicarnos correctamente la Verdad es Jesucristo, en quien se encarna la
Verdad misma. “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” (San Juan 6:68)
2. “15 Nada hay fuera del hombre que entre en
él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al
hombre.”
Cristo nos enseña que
la verdadera contaminación no es externa sino interna. Hoy en día que tanto nos
ocupamos en dietas, alimentos verdes, salud física, gimnasio, etc. Para cuidar
el cuerpo y vivir más y mejor –lo cual no es malo- descuidamos el espíritu y el
alma, contaminándonos con el egoísmo y el odio.
3. “16 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.”
Abramos oídos y ojos
espirituales para comprender, asimilar y vivir estas verdades que Jesús quiere
transmitirnos.
4. “17 Cuando se alejó de la multitud y entró en
casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola.”
El relato de Jesús,
es considerado por el evangelista San Marcos como una “parábola”, es decir una
narración breve y simbólica de la que se extrae una enseñanza moral.
5. “18 El les dijo: ¿También vosotros estáis así
sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre,
no le puede contaminar, / 19 porque no entra en su corazón, sino en el vientre,
y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos.”
Interpreta el
evangelista que con estas palabras Jesús limpia todo alimento. Para los judíos
había ciertas comidas que eran inmundas, como por ejemplo comer carne de cerdo
o animales sacrificados a ídolos. Al decir Jesús que lo que entra en el
organismo no contamina pues no entra al corazón sino que finalmente se evacúa,
no es para Él motivo de preocupación lo que se come sino lo que sucede en
nuestro interior: pensamientos, sentimientos, deseos, recuerdos...
6. “20 Pero decía, que lo que del hombre sale,
eso contamina al hombre. / 21 Porque de dentro, del corazón de los hombres,
salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los
homicidios, / 22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la
lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. / 23 Todas
estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.”
Trece pecados se
nombran en este texto. Este número, fuera de toda superstición, en la Biblia
significa rebelión, apostasía, deslealtad, corrupción, desintegración,
revolución"
o
alguna idea relacionada con ello.
Casi siempre pensamos
que los problemas que tenemos vienen de fuera, que nos contaminan con pecado
otras personas o los demonios, que el mal nos ataca y nos vence. Pocas veces
nos damos cuenta que el pecado y el mal habita dentro de nosotros, en nuestro
corazón. Es lo que la Biblia llama las “concupiscencias de la carne”.
La carta de Santiago nos dice: “13 Cuando alguno es tentado, no diga que es
tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él
tienta a nadie; / 14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido. / 15 Entonces la concupiscencia, después
que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz
la muerte.” (Santiago 1:13-15)
La concupiscencia es
el deseo de bienes materiales o terrenos, en especial deseo sexual exacerbado o
desordenado. Es la carne que tiene hambre de pecar, el viejo hombre y la vieja
mujer que nos impulsa a hacer lo que agrada al cuerpo y desagrada al espíritu.
El apóstol Pedro
escribe: “9 sabe el Señor librar de
tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el
día del juicio; / 10 y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en
concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío.” (2 Pedro 2:9,10)
7.
¿Cómo guardaremos el corazón? ¿Cómo podemos
vencer a la carne? ¿Cómo podremos vencernos a nosotros mismos en nuestras
debilidades?
1)
Tomando conciencia del problema que tenemos;
reconociendo que el pecado habita en nuestro corazón.
2)
Entregando el corazón a Jesucristo para que
Él lo limpie y lo transforme. El rey David cuando reconoció su pecado horrible,
arrepentido oró así: “10 Crea en mí, oh
Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. / 11 No me
eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. / 12 Vuélveme el
gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.” (Salmo 51:10-12)
3)
Esforzándonos y luchando con las armas que
Dios nos ha dado para vencer al mal, la oración, el ayuno y el desarrollo de la
virtud de templanza, ayudados por el don de temor de Dios. Si no hay temor de
Dios, la carne se desborda: “120 Mi carne
se ha estremecido por temor de ti, Y de tus juicios tengo miedo.” (Salmo 119:120)
ORACIÓN.
Padre: Reconocemos
que somos débiles, pecadores y que muchas veces cedemos a la tentación. No
culpamos a nadie de nuestras culpas, sino que te pedimos perdón; estamos muy
arrepentidos de hacerte sufrir por nuestro mal comportamiento. Te rogamos que
nos limpies y nos des la templanza para vencer nuestra propia concupiscencia;
ayúdanos con el don de temor para no pecar más. En el nombre de Jesús, nuestro
Salvador y Señor. Amén.
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